sábado, 22 de diciembre de 2007

SUEÑOS LIBRESCOS EN MÉXICO


Ahora que intento recordar el viaje a Guadalajara (México) todo me parece un sueño, un vértigo de horas, un paseo interminable entre edificios, torres, escaleras, plazas, calles de libros. ¿Habrá sido todo un sueño? Repasemos: viajamos casi un día entero en avión -con tres escalas: Madrid, México D.F. y Guadalajara- acompañando al sol, con lo que nunca se hacía de noche. Ay, aquella noche mexicana... Pienso que fue al pisar tierra cuando la mareada, aturdida y derrotada comitiva andaluza quedó embrujada por el llamado efecto de la metáfora traidora: llámese también, patología del realismo mágico. O quizás sea por culpa de un efecto retrasado de tanta lectura realismomágica en los tiempos adolescentes.
Bien, mi periplo mexicano consistió en deambular por la inmensa Feria del Libro y asistir sorprendida a una manifestación popular y lúdica en torno al mundo del libro: hecho insólito viniendo de España, la ignorante y desmemoriada madre patria. El viaje incluyó también algunas escapadas inevitablemente turísticas (eran sólo tres días de estancia) a los monumentos más significativos incluido el asediado enclave de Tlaquepaque, reino del souvenir, donde degustar platos típicos y aromas de tequila.
En la Feria descubrí fascinada algunas editoriales míticas: el Fondo de Cultura Económica, la Librería Porrúa, los libros del Colegio Español de México. Y, por supuesto, caí en las diversas tentaciones del mal de los bibliómanos, una especie de pecado de lujuria y gula en forma de pasión libresca.
Algo que no me gustó fue la excursión excesiva de políticos y variadísima fauna cultureta ajena (o ajenísima) al mundo de los libros: cantantes, bailaores, flamencos, actores, etc. Hubo quien en un discurso politizado habló de gorrones, pero es verdad que hubo más de uno. En fin, todo esto con el tiempo quedará en anécdota. O quizás no...
Es curioso, pero en los días anteriores al viaje tuve un sueño extrañísimo. Llegaba a Guadalajara. Compraba un mapa de la ciudad y me ponía a recorrer sus librerías de viejo (yo tenía la incauta pretensión de buscar libros del exilio intelectual republicano, todo ese catálogo de obras jamás reeditadas que ahora duerme el sueño del olvido). Bien, pues comenzaba a recorrer calles de curiosos nombres, que yo iba inventando en el complejo proceso surrealista: algo así como Avenida de los Conquistadores, calle del Mexique, plazuela del Ágave. No sé si en Guadalajara existe realmente ese callejero que yo inventé en mi sueño. El caso es que deambulando, o casi siguiendo la deriva situacionista de una flâneur incauta, me topé con una calle de color azul. Y es ahí donde, sin darme cuenta, me pica un moscardón mexicano que me provoca un gran dolor en el brazo. Me desmayo y termino en el hospital. Así, paso mis días mexicanos en una habitación del hospital de Guadalajara. Desesperada veo cómo en la televisión de la habitación del hotel emiten la inauguración de la Feria del Libro y son los políticos y flamencos -no se veía a ningún escritor- quienes se apropian del evento y conquistan el alma de los mexicanos. La verdad es que algo así ocurrió. Yo me muerdo de rabia en la cama del hospital gritando contra esos moscones que se han colado en la feria de los letraheridos. ¿Alguien me puede decir qué significa este extraño sueño?

EVA DÍAZ PÉREZ

Fragmento publicado en el libro Guadalajara 2006, de Salvador Gutiérrez Solís (Berenice, 2006)

No hay comentarios: