jueves, 22 de octubre de 2009

EL TORO DE ESPAÑA: Accésit Premio Unicaja de Artículos Periodísticos 2009

Aparecía como un monstruo terrible en el horizonte. Me daba miedo su sombra negra, gigante, de ogro de aquel campo que atravesábamos. Yo quería huir, pero sucedía lo contrario. Nos dirigíamos hacia él sin remedio y cuando la carretera se acercaba me quedaba contemplándolo asustada y fascinada, tranquila porque había descubierto que no se movía, que estaba allí, sereno y majestuoso dueño del paisaje.
Con el tiempo, aquel toro de Osborne se convirtió en el juego que teníamos los niños de una época sin videojuegos ni películas que nos entretuvieran en los largos viajes en coche. Como nada nos distraía, imaginábamos. Y el toro de Osborne era el ogro de los cuentos de un road-movie en el que éramos héroes o heroínas. Recuerdo perfectamente los lugares del toro y puede que sea el toro de Alcalá de los Gazules –N-440 kilómetro 48– el que mejor recuerdo, quizás porque ese paisaje de dehesa era su paraíso natural. El toro gigante parecía pastar entre los suyos, que se tendían a su sombra, la sombra del pater de todos los toros.
El toro de Osborne cumple 50 años. Fue en noviembre de 1957 cuando se colocó el primero. Era de madera y sólo medía 4 metros. El punto cero fue la carretera N-I en Cabanillas de la Sierra. Qué susto daría la sombra negra del morlaco a los primeros que lo contemplaron en la quietud de esos campos españoles. Los juegos de perspectiva crearían un efecto fascinante, imposible y aterrador. Manolo Prieto, su creador, no pudo sospechar que había creado un símbolo.
¿Cuántas lluvias, cuánto sol y cuánto viento han caído sobre estos toros tan españoles? Desde aquellas grises y sucias ventoleras de los años cincuenta hasta la década de los ochenta en que estuvo a punto de caer por las leyes de publicidad en las carreteras. Y así hasta convertirse en un icono, en una identidad, en símbolo de un país excesivo que mata y que ensalza a este animal, en parte de un imaginario colectivo que se cuela incluso entre los fotogramas eróticos de Jamón, jamón de Bigas Luna, o en la casi ‘performance’ que en un lugar de Extremadura lo trasviste de vaca suiza con rosadas ubres para denunciar la desigualdad entre géneros.
El toro ha servido para todo. Trota por la geografía española y tiene hasta mártires, como el morlaco de El Bruc, el único que quedaba en Cataluña y que destrozaron unos independentistas que se hacían llamar Hermandad catalana La Bandera Negra. Parece que en vez del toro enorme preferían el burro o ruc catalán como símbolo. Pues eso.

(*) Artículo publicado en EL MUNDO de Andalucía el 25 de octubre de 2007 y premiado con el accésit del XXVI Premio Unicaja de Artículos Periodísticos.

1 comentario:

Más claro, agua dijo...

Sigo pensando que pasa demasiado tiempo entre un premio y otro. Te los mereces con mucha más asiduidad y lo demuestras cada sábado en El Mundo ;-)