lunes, 12 de abril de 2010

TRAVESÍAS ANDALUZAS / HERNANDO COLÓN


MEMORIAL DE LOS LIBROS NAUFRAGADOS

En el fondo del mar, reposan desde hace siglos los libros que compró Hernando Colón, el hijo del almirante, el bibliófilo que recorrió toda Europa adquiriendo ejemplares. Aquellos volúmenes forman parte de un sueño de Hernando Colón, que quedó anotado en uno de sus libros de registro donde apuntaba detalles sobre cada ejemplar adquirido y que tituló: Memorial de los Libros Naufragados.

Estos títulos los compró durante sus viajes europeos, pero decidió embarcarlos en una carraca que partió de Venecia y que desgraciadamente se hundió. Durante toda su vida, Hernando Colón tuvo la intención de volver a comprar los volúmenes que había perdido, por eso guardó el valioso libro-registro con las obras ‘naufragadas’.
Los viajes librescos de Hernando Colón (Córdoba, 1488- Sevilla, 1539) son una parte poco conocida de su biografía, aunque ha sido estudiada por investigadores como Klaus Wagner y Juan Guillén, ambos desaparecidos, pero que dejaron estudios en los que seguían la huella biográfica a través de las compras que el hijo del almirante había hecho por diversas ciudades europeas.
Este Hernando Colón europeo, que llega a comprar hasta doscientos libros en un solo día en Venecia y mil en apenas un mes en Colonia, va anotando trozos de su biografía y también de la Europa de su tiempo en los volúmenes que va adquiriendo y que hoy se encuentran –los que se salvaron del tiempo y la destrucción parcial de la colección– en la Biblioteca Colombina en Sevilla.
Entre estas estampas de la Europa de su tiempo, estarían momentos como su encuentro con Erasmo de Rotterdam en Lovaina, donde viajó con la corte de Carlos V, al que servía. La visita se produce el 7 de octubre de 1520 y Erasmo cuenta entonces con 53 años y Hernando Colón con 32. El gran humanista le regala un ejemplar de su última obra impresa, Antibarbarorum. En el ejemplar aparece la dedicatoria autógrafa de Erasmo. Don Hernando añadió su puño y letra: «En Lovaina el domingo siete de octubre del año 1520, el mismo Erasmo escribió con su propia mano las dos primeras líneas».
Estas anotaciones o apostillas son muy reveladoras para seguir el rastro de los viajes europeos. Frente a los viajes de epopeya de su padre, Hernando Colón realiza itinerarios con intenciones bibliófilas, para comprar libros, su gran pasión.
Las apostillas aparecen en los márgenes, en las guardas, en las páginas en blanco. Se trata de advertencias o ideas que le surgían mientras leía o que incluso consideraba que podían servir a lectores futuro. Este hábito lo heredó de su padre, Cristóbal Colón.
El primer viaje europeo del cordobés fue a Roma en 1512. En la ciudad italiana residió hasta octubre de 1516 con intervalos en los que regresaba a su casa de Sevilla, un palacio que había construido sobre una zona que había sido muladar y que convirtió en un retiro humanista en el que seguía el lema renacentista del ocio cum litteras (con libros).
En Roma se hospedaba en un convento de franciscanos observantes, llamado de los Españoles. Por una anotación en una obra que compró sobre el comentario de Juan Britannico a las Sátiras de Juvenal, se sabe que asistió a un curso en Roma: «Yo don Hernando Colón oí exponer este libro a un cierto maestro mío en Roma desde el día 6 de diciembre hasta el 20 de este mismo mes».
Uno de los grandes viajes del bibliófilo fue en octubre de 1520, cuando acompaña a Carlos V para su coronación en Aquisgrán como emperador. El historiador Klaus Wagner aseguraba que Carlos V quiso que lo acompañara en la cita histórica «en calidad de geógrafo y consejero».
De aquí viajó con la corte a Colonia y a Worms, donde el emperador abrió las sesiones de la famosa dieta, donde compareció Lutero para retractarse de sus tesis. Tras el fracaso de las conversaciones con Lutero, Carlos V regresó a Flandes y don Hernando inicia un largo periplo libresco. Pasa y compra libros en Spira, Estrasburgo, Schlettstadt, Basilea, Milán, Pavía, Génova, Cremona, Ferrara y Venecia, adonde llega el 9 de mayo de 1521.
En una nota en la guarda final de la obra de Conrado Thuricense, Magnus Elucidarius omnes hystorias et poeticas fabulas, que compró en Gante en agosto de 1520 escribe: «Comencé a leer y anotar este libro en Bruselas el 29 de agosto de 1520; la mayor parte del mismo lo leí en Worms, ciudad de Alemania, hasta finales del mes de enero de 1521. Lo demás lo leí en diversos lugares y ocasiones».
Viaje a Inglaterra
También acompañando al emperador Carlos V, el hijo del almirante visita Inglaterra. El emperador quería ver a sus tíos, los reyes Enrique VIII y Catalina de Aragón, hija de los Reyes Católicos.
En sus Noticias para la vida de don Hernando Colón, Eustaquio Fernández de Navarrete escribió sobre los hábitos del bibliófilo en Londres: «Mientras los caballeros se entretenían en saraos y festejos, don Hernando, poco dado a estos pasatiempos frívolos, es de creer que aprovechase la ocasión para aumentar el caudal de su saber, visitando las oficinas de los libreros y recorriendo monasterios y abadías en busca de obras impresas y códices olvidados».
En 1521 en Venecia estuvo residiendo durante algún tiempo. Por supuesto, no paró de comprar libros, así que incluso tuvo que pedir un crédito de doscientos ducados al banquero genovés Octaviano de Grimaldo a quien además pidió que embarcara los libros que había comprado en la primera parte de su viaje. Él seguiría adquiriendo títulos por otras ciudades europeas antes de regresar a Sevilla.
El cargamento de libros se hizo a la mar Venecia con destino a Cádiz y después a Sevilla. Pero la carraca naufragó y los libros se hundieron en aguas mediterráneas.
En el libro memorial del bibliófilo se lee: «Todos los libros contenidos desde el número 925 hasta aquí son los que yo dejé en Venecia a miser Octaviano de Grimaldo que los enviase y se anegaron en la mar». Aún reposan en el fondo del mar, guardados en cajas como un tesoro bibliógrafico que nadie ha logrado rescatar.

Publicado en EL MUNDO de Andalucía el 8 de abril de 2010