domingo, 11 de diciembre de 2011

EL SONÁMBULO DE VERDÚN


UNA EUROPA SONÁMBULA QUE EMPIEZA A ESCRIBIRSE CON EL ESTALLIDO DE LA GRAN GUERRA


Publicado por: http://planetadelibros.com/blog/leercondestino/2011/12/07/una-europa-sonambula-que-empieza-a-escribirse-con-el-estallido-de-la-gran-guerra/

Eva Díaz Pérez repasa en El sonámbulo de Verdún la historia del siglo XX europeo a través de las vidas de cuatro personajes que se entrecruzan azarosamente en el inhumano tablero de juego que fue la Primera Guerra Mundial.
Un sutil retrato que evoca la lucidez de Stefan Zweig, la amargura por el imperio perdido de Josep Roth, la ironía eslava de Jaroslav Hašek, el inquietante mundo de Robert Musil o las pesadillas de Franz Kafka.
Eva Díaz Pérez (Sevilla, 1971) es periodista y licenciada en Ciencias de la Información. Trabaja en el diario El Mundo en Sevilla, labor por la que ha ganado el premio de periodismo Universidad de Sevilla y Ciudad de Huelva. Su primer libro fue El Polvo del camino. El libro maldito del Rocío (2001), al que siguió su primera novela, Memoria de cenizas, publicada por la Fundación José Manuel Lara en 2005. También ha publicado Hijos del mediodía (2006) y El Club de la memoria, que fue finalista del Premio Nadal en 2008. Acaba de publicar Sevilla, un retrato literario. Columnista de opinión, está especializada en los temas de cultura y la crítica teatral.

¿Cómo surge la idea de escribir una novela sobre la desaparición de la Europa de fin de siècle?
Creo que esa Europa que surge con la Primera Guerra Mundial es la Europa que ahora mismo reconocemos en sus últimos días. Con la Gran Guerra acaba el siglo XIX –ese amable y seguro mundo de ayer, del que hablaba Stefan Zweig- y comienza el siglo XX con todos sus errores y horrores. En esta guerra, Europa se devoró a sí misma y con algunas variaciones así sigue ocurriendo. Ahora mismo vaga sin rumbo, sin certezas, perdida por seguir la lógica de los mercados y no haber aprendido de su cultura de siglos y de su Historia.

Es una Europa sonámbula que empieza a escribirse precisamente en esos días del estallido de la Gran Guerra, cuando entra la contemporaneidad pero también todas sus pesadillas. Me interesaba ese punto de inflexión en el que acaba una época y comienza otra, justo el momento en el que creo que ahora también nos encontramos. El sonámbulo de Verdún retrata el comienzo y el fin de ese mundo que aún reconocemos –la Europa del siglo XX- pero que ya comienza a desaparecer, como aquel lejano fin de siècle con el que arranca la novela.




En El sonámbulo de Verdún juega con el paso del tiempo, el contraste entre pasado y presente, para narrar la historia de la Europa desolada por la guerra. En mitad de una batalla ¿el tiempo se detiene, la Historia se para?
Sí, la novela comienza con una escena sucedida el 12 de junio de 1916, justo cuando alguien dispara un proyectil desde una trinchera alemana en la batalla de Verdún y se dirige a la frente de un soldado en la trinchera francesa. Ese momento queda congelado y viajamos antes y después de esa escena.

En realidad, la novela dura justo ese instante, el que transcurre en llegar –o no- a la cabeza del soldado. La bala recorre todas las páginas de la novela cambiando destinos y posibilidades biográficas a los personajes. Al mismo tiempo, nos permite contemplar el fondo escenográfico de la historia del siglo XX en Europa. Es algo así como una cronomaquia, un artefacto narrativo que nos permite ir hacia delante y hacia atrás, detener el tiempo y, por supuesto, la Historia.





A lo largo de la novela, conocemos la vida real de los personajes y una vida alternativa inventada por el narrador ¿Por qué ha elegido estos relatos que obligan al lector a replantearse la relación entre la casualidad y el destino?
Plantear la vida real y la que pudo ser es un juego narrativo que desvela la intención de la novela: el triunfo de la literatura, las posibilidades infinitas de la ficción. Imaginar qué le ocurre a un personaje si la bala llega a su destino y, al mismo tiempo, fabular sobre su vida si el proyectil se desvía y finalmente no muere, es un juego que sólo es posible gracias a la literatura, la decisión del autor, del creador.
Además, demuestra que nuestra vida está llena de azares caprichosos que determinan que ocurra una cosa u otra. La Historia con mayúsculas también es otra fuente creadora de destinos, porque los personajes se mueven barridos por los caprichosos vientos de las circunstancias históricas sin que puedan hacer nada por evitarlo. O quizás sí, ése es en el fondo el tema de la novela.

Jaroslav Smoljak y Klaus Werger son dos jóvenes soldados que viven en la misma época y a los cuales les toca luchar en el frente en bandos distintos. ¿Le han servido estos dos personajes para mostrar la dicotomía entre las dos formas de vivir la Europa del siglo XIX?
Sí, son como dos versiones del alma de Europa, o quizás tendría que matizar diciendo que se trata del alma centroeuropea, la Mitteleuropa de la que nos habla Claudio Magris. Dentro de Europa hay muchas Europas y mientras Klaus Werger (un periodista que trabaja escribiendo crónicas de batallas en el Archivo de Guerra de Viena) representa el espíritu de ese continente orgulloso de su pasado, de sus glorias, de que la Historia haya paseado por sus aposentos, Jaroslav Smoljak (un artesano marionetista que vive en Praga) simboliza esa otra Europa que mira al futuro, se ríe e ironiza sobre el pasado y se burla de las ruinas.


Los 4 protagonistas (Jaroslav, Klaus, Libuse y Fritz) guardan un rasgo en común: la fascinación por el pasado. ¿Por qué todos ellos encuentran una huida en un mundo que nunca volverá?
Eso debe de ser debilidad de la autora. Me fascina el pasado y siento mucho respeto por la memoria, por la Historia, por todo lo ocurrido antes de que yo naciera, algo, por cierto, que me diferencia bastante de mucha gente de mi generación, embobada con lo que ocurre en este instante o sólo a partir del momento en el que ellos nacieron, sin darse cuenta cuando crean algo de que siempre hubo alguien que ya lo hizo antes. No me gusta ese presentismo frívolo que ahora domina nuestro tiempo. Me parece absurdo no aprovechar las enseñanzas de lo que ocurrió, los libros que se escribieron y lo que cuentan las viejas ciudades de todos los que nos precedieron.
Los cuatro personajes de la novela miran constantemente atrás porque en una novela europea –de alma europea- creo que ésa tenía que ser la lectura lógica. ¿Qué es Europa sino un laboratorio de memoria y de experiencia? ¿Es que acaso es mejor embobarse con tradiciones y culturas de países adolescentes, improvisadas hace dos días y llenas de novelerías? Europa es como una inmensa biblioteca en la que siguen hablando las voces de los sabios, de los genios, de los artistas, de la Historia y es una suerte que hayamos nacido en un continente así.
Mis personajes pasean por esos paisajes llenos de pasado, de asombros históricos y, al mismo tiempo, se dan cuenta de que todo eso está a punto de desaparecer y de olvidarse. Es esa atmósfera que encontramos en los libros de Joseph Roth, que noveló como nadie la nostalgia del pasado.




Sabemos que es una apasionada de la literatura centroeuropea y que se ha dedicado a visitar los escenarios de la novela. Ha hecho un trabajo de campo muy exhaustivo que refleja hasta en un blog. Cuéntenos más sobre este proceso…
Enfrentarme a novelas con semejante peso histórico requería un serio y riguroso proyecto de trabajo. No lo entiendo de otro modo. En El sonámbulo de Verdún están todas las lecturas realizadas durante años, las novelas sedimentadas de todo ese espíritu centroeuropeo (Musil, Roth, Kafka, Márai, Hasek, Rilke, Hrabal, Zweig, Broch, Canetti, Karl Kraus…), pero además hay un itinerario de inmersión en la atmósfera de la época.
Creo que toda novela que hable de una época que no sea la propia del autor debe tener detrás un profundísimo trabajo de rescate, de inmersión en la historia de las mentalidades. Si no, ocurre lo que con tantas novelas ‘históricas’ llenas de tópicos, de lugares comunes, de situaciones previsibles y de personajes planos y maniqueos que actúan de forma inverosímil. Son remedos de nuestra época aunque con capa y espada, con gorguera o con casaca, depende del siglo. De ahí esas absurdas heroínas de la Edad Media, esos pacifistas del XVII o esos falsos demócratas de principios del siglo XIX. Así se cae en el habitual error del género histórico: los personajes de cartón piedra, el atrezzo de exótico pasado. La impostura…
Por supuesto, además de sumergirme en la época a través de esta intensa apropiación libresca, recorrí los lugares, rastreé en archivos, revisé toda la filmografía referida a la época, recopilé fotografías de la Gran Guerra e imágenes antiguas de las ciudades que aparecen en la novela, repasé fonotecas para saber qué canciones escuchaban los soldados y en qué lugar se encontraba el moribundo vals del viejo imperio austrohúngaro. Todo eso forma parte del imaginario de la novela, de mi taller de construcción, el mundo por el que he paseado a ciegas antes de empezar a escribir la novela.



El blog es como una invitación al lector para que descubra todas esas estancias por las que yo he paseado antes, durante y después de la novela. En cierto modo, son como senderos virtuales para que sigan recorriendo el mundo, la atmósfera que se recrea en la novela. Desde luego, es una novela sobre el pasado pero cimentada en todas las posibilidades tecnológicas de nuestro tiempo
El relato de la historia de la Gran Guerra se asimila en la novela a una partida de juego de azar ¿Por qué convierte el narrador omnisciente, que todo lo sabe, a sus personajes en víctimas de un destino fatal?
La intención era crear un narrador omnisciente que diera la clave sobre esta novela de época. El narrador parodia e ironiza sobre el género histórico, interpela constantemente al lector que tiene que construir la novela junto a él. Hay cosas que sólo conocen el narrador y el lector, pero no los personajes, que se mueven como incautas marionetas del azar, el destino o los caprichos del a Historia o la literatura. El narrador es una voz total que confiesa su escepticismo sobre la forma en que se cuenta el pasado y los mecanismos narrativos para relatar los cuentos del ayer.
Yo, que soy una autora crecida en la novela histórica, quería cuestionar el género desde dentro. No como hacen otros escritores que desprecian el género sin haberse atrevido a tomárselo en serio. La novela histórica es hoy un género maltratado por culpa de su éxito comercial, frivolizado por los escritores que se apuntan al best seller disfrazando de época a sus pobres personajes. La novela histórica –o buena parte de ella, hay casos que se salvan- está hoy anquilosada en el siglo XIX, en las formas narrativas decimonónicas, no hay audacia literaria ni tampoco rigurosidad ni seriedad histórica. Y eso me parece lamentable.
Yo quería demostrar –no sé si lo he conseguido pero, al menos lo he intentado, aunque en este país la audacia no suele valorarse- que es posible hacer novela histórica desde la contemporaneidad. Reinventar el género, insuflarle la parodia, la ironía, el escepticismo de nuestro tiempo y no caer en el mismo producto ‘exitoso’, pobre e ingenuo de siempre.




En El sonámbulo de Verdún, retrata cómo se deshumanizaban los soldados en las guerras, y dejaban de ser hombres para convertirse en sonámbulos que vagaban por las trincheras, como es el caso de Jaroslav. El resto de personajes contemporáneos, aunque no participen de la batalla, parecen haber heredado los silencios que dejó la Gran Guerra. ¿Qué une a todos estos personajes?
Efectivamente les une un cierto silencio. Los personajes no hablan. Apenas hay diálogos y sabemos lo que les pasa o lo que piensan porque el narrador de la historia los contempla y lo desvela de forma introspectiva, psicológica. Este silencio que siguió al gran silencio de las 11 de la mañana del día 11 del mes 11 de 1918, día del armisticio y momento en el que cesaron los obuses, cañones y fusiles de la Gran Guerra, es un silencio terrorífico.
Es el silencio del trauma, la imposibilidad de hablar por culpa de una pesadilla demasiado pavorosa. Las palabras, el lenguaje, ya no sirven para nada, después del uso de la propaganda, de la palabrería patriótica que llevó a esa carnicería humana. Es lo que argumentaba Wittgenstein y que creo que resume ese silencio de la época y que también embarga a los personajes.




Libuse se dedica a continuar la vida interrumpida de Jaroslav, a quien no conoció, a través de objetos abandonados en una buhardilla. ¿Por qué esta adolescente tiene esa fascinación y curiosidad por objetos desconocidos?
Los objetos tienen una importancia fundamental en la novela. Son tan silenciosos como los personajes, pero son capaces de desvelar historias ocultas, escondidas. Libuse, una adolescente que vive en la Praga actual, es el personaje con el que probablemente nos identificamos los que leemos esta historia desde el presente o desde el futuro de ese pasado que es el centro de la novela.
Libuse es una adolescente curiosa que nos abre el telón de la Historia contemporánea, que al descubrir esos objetos cuenta todo lo sucedido en el siglo: la otra gran guerra, que sería mucho peor; el auge de los totalitarismos; el miedo en la dictadura comunista; los años de libertad y revoluciones; y, finalmente, las ciudades europeas convertidas en hermosos parques temáticos del pasado, en una postal o en un souvenir que se acopla a la medida de la maleta de un turista. Libuse es el personaje que descubre objetos en una buhardilla de Praga, cosas que pertenecieron a alguien que no conoció. Es el personaje que apaga la luz y cierra la puerta de la historia.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

YOURCENAR Y ADRIANO



"Animula vagula, blandula, hospes comesque corporis...". "Mínima alma mía, tierna y flotante, huésped y compañera del cuerpo", escribió Adriano en su lecho de muerte. Suena la voz del emperador Adriano en la cabeza de Marguerite Yourcenar. Adriano, nacido en Itálica, la vieja ciudad junto a Sevilla en la Bética romana, es su obsesión literaria, el personaje-sombra que busca en la oscuridad. Sus recuerdos comienzan a ser los suyos, porque no están tan lejanos de los de un hombre que vivió en el siglo II d.C.

Este otoño se cumplen 60 años de la publicación en Francia de Memorias de Adriano, la célebre novela de Marguerite Yourcenar (1903-1987), que se convirtió en un éxito de ventas con una excelente acogida de la crítica. La popularidad entre el público llegó a España más tarde, a raíz de un fenómeno de imitación lectora muy usual en este país, al conocerse que era la novela preferida del joven Felipe González.
Memorias de Adriano sigue siendo desde entonces un 'long-seller' y un ejemplo ilustre y exquisito de la novela histórica cuando era un género de prestigio, antes de que los mercachifles la destrozaran entre templarios, esoterismos y folletones con atrezzos de época.
Para Marguerite, Adriano fue un fantasma que aparecía y desaparecía. Siempre llevaba con ella un mapa del Imperio Romano en la época de la muerte de Trajano y el perfil del Antínoo del Museo Arqueológico de Florencia que compró allí en 1926. En el cuaderno de notas que Yourcenar escribió sobre Memorias de Adriano aseguraba que había libros que no se pueden escribir hasta pasados los 40 años, cuando la vida, sus aristas y desengaños, no se han sedimentado sobre la memoria. Y Adriano estuvo paseando por su cabeza durante varias décadas.
En ese mismo cuaderno desvela que, desde 1934, había persistido una frase que le permite comprender por fin al personaje: «Empiezo a percibir el perfil de mi muerte». Así comienza la novela, con Adriano abriendo los ojos para enfrentarse a la muerte. Y así concluye, mientras atraviesa las páginas de su obra un hombre sabio en un tiempo irrepetible, una de esas épocas trágicas en las que se dobla con dolor la esquina de los siglos. Ella misma subrayaba una frase del epistolario de Flaubert que resumía ese espíritu histórico sobre el que ella quería escribir: "Cuando los dioses ya no existían y Cristo no había aparecido aún, hubo un momento único, desde Cicerón a Marco Aurelio, en que sólo estuvo el hombre".
Los largos años en los que la novela vaga en la mente de la autora de Opus Nigrum están llenos de señales, amuletos y objetos que le hacen volver una y otra vez al proyecto literario. Pero ella se empeñará en olvidarlo, incapaz de hacer frente a una novela tan compleja. En 1941 encuentra en la tienda de un comerciante neoyorquino cuatro grabados de Piranesi sobre una vista de Villa Adriana que desconocía. Es una advertencia, un fogonazo que le hace vislumbrar uno de los escenarios de la historia desde una nueva perspectiva. A veces, en momentos de desaliento va al Museo de Hartford en Connecticut para contemplar una hermosa tela romana de Canaletto en la que aparece el Panteón ocre y dorado. La novela surge y desaparece. Insinuante, tentadora, irresistible.
En otra visita a Roma busca en el Panteón el lugar exacto al que llega un rayo de sol de la mañana del 21 de abril. En el Castillo de Sant'Angelo, el Mausoleo de Adriano, está la lápida con los versos de Adriano, que ya son una obsesión. "Animula, vagula blandula...". Pasa mañanas en la villa Adriana, noches en los cafés que bordean el Olimpion, recorre los mares griegos. Pero ¿dónde se encuentran Marguerite y Adriano?
Yourcenar llevaba en ocasiones bajo el brazo un ejemplar de los poemas de Rodrigo Caro, el poeta sevillano autor del poema Canción a las ruinas de Itálica: "Estos, Fabio, ¡ay dolor!, que ves ahora campos de soledad, mustio collado, fueron un tiempo Itálica famosa". Caro, en su pesadumbre de hombre barroco, será su Virgilio, el poeta que le descubre el ánima de Adriano en su ciudad natal, la vieja ciudad romana que, según las crónicas, un Adriano adolescente volverá a visitar en el año 90 d.C. al desatarse una epidemia en Roma.
Marguerite Yourcenar había coincidido en 1947 con Isabel García Lorca, la hermana del poeta, en el Sarah Lawrence College de Nueva York. En sus memorias, Recuerdos míos, Isabel contaba cómo la escritora llegó un día a su despacho para que le leyera en voz alta el poema a Itálica de Rodrigo Caro. "Quería oirla y no sé cuántas veces se la leí. (...) La estoy viendo bajar de la biblioteca, con su chaquetón de astracán gris y su gorro ruso. Sonriente, sencilla, segura...".

jueves, 26 de mayo de 2011

Reedición de "EL POLVO DEL CAMINO. EL LIBRO MALDITO DEL ROCÍO"

Diez años después de su publicación, la editorial El Páramo me rescata mi libro más polémico, una sarcástica visión sobre la romería. La presentación será el próximo sábado 28 de mayo a las 18 horas en la Casa de la Provincia (Plaza del Triunfo, 1) dentro de la Feria del LIbro de Sevilla.

martes, 17 de mayo de 2011

Nuevo libro: "SEVILLA, UN RETRATO LITERARIO"




En la Feria del Libro de Sevilla presentaré mi nuevo libro, Sevilla, un retrato literario (Paréntesis), una guía literaria y emocional, una propuesta para pasear por la ciudad a través de sus dimensiones invisibles. Los mapas se convierten en una geografía libresca donde las plazas se convierten en inspiración para poetas de todos los tiempos, en los cafés se sirve absenta a bohemios finiseculares y a locos ultraístas, los viejos patios sirven de escenario a tertulias de humanistas, en las azoteas se improvisan soirées de vanguardia y tras las puertas de casas solariegas se intuyen reuniones de barrocos metafísicos, gabinetes de ilustres y escuelas literarias. 
El domingo 22 de mayo a las 19 horas participaré en una mesa redonda sobre Sevilla y la literatura junto a Fernando Iwasaki. Y después firmaré ejemplares del nuevo libro. 
Pocas ciudades han forjado un imaginario tan rico como Sevilla. Sin embargo, su destino no ha sido el de ser una ciudad de patrimonio literario sino un catálogo de tópicos y folklorismos superficiales. Este libro se propone acabar con esa idea injusta e inexacta. Uniendo literatura y topografía –el feliz binomio de la topoliteratura- descubriremos dónde vivían y se reunían Fernando de Herrera El Divino, Baltasar del Alcázar, Mateo Alemán, Blanco White, Bécquer, Cansinos Assens, los hermanos Machado, Cernuda, Vicente Aleixandre y un largo cortejo de escritores sevillanos.
Pero esos itinerarios por el alma literaria no pretenden ser sólo una mirada desde dentro. Sevilla también ha servido de inspiración a escritores que alguna vez la visitaron quizás fascinados por lo que se decía o escribía de ella. En este libro pasearemos con viajeros de todas las épocas, desde Castiglione a Borges pasando por Lord Byron o Rubén Darío, Pierre Louÿs o André Gide, Paul Morand o Marguerite Yourcenar

Reseña en El Mundo:
http://www.elmundo.es/elmundo/2011/05/21/andalucia_sevilla/1305990316.html 

sábado, 9 de abril de 2011

EL BESTIARIO DEL ÚLTIMO SURREALISTA: JORGE CAMACHO


                                                   Foto de Carlos Márquez
EVA DÍAZ PÉREZ
UN HOMBRE PASEA bajo los muros de la Catedral, deteniéndose en las portadas, admirando el secreto en piedra de los tímpanos y arquivoltas, fascinado por el juego de figuras en los capiteles. De pronto, se para bajo una gárgola con un animal fantástico semejante a un león furioso o un dragón agonizante. Llueve y caen ríos de las entrañas de la piedra.

Es Jorge Camacho, el pintor cubano, el amigo y albacea de Reinaldo Arenas, el hombre que ayudó a sacar clandestinamente sus manuscritos de La Habana castrista, el artista elogiado por Breton, el amigo de Henri Michaux y Roberto Matta.
Camacho murió la semana pasada en su casa de París donde vivía junto a su esposa Margarita. Pero también tenía un hermoso piso soleado en el centro de Sevilla, donde reinventaba soles surrealistas; la finca Los Pajares en Almonte –en la que admiraba la danza de las aves de Doñana–, y un indeterminado lugar nutrido de nostalgias que olía como su vieja Habana y que guardaba en el fondo más secreto de su gaveta de maderas caribeñas.
Sus estancias en Sevilla solían coincidir con la primavera. Entraba entonces un sol zahareño por el gran ventanal del salón y un sonido de campanas de bronce. Era feliz. La mirada terrosa le brillaba y se atrevía a seguir pintando sus recuerdos.
Jorge Camacho paseaba por las calles sevillanas deteniéndose en curiosas formas que adivinaba en las viejas fachadas de piedra, en la cal hiriente de las casas de Triana y en los caprichosos dibujos del río al caer la tarde.
De esos paseos salió un libro singularísimo que resumía su pasión por el conocimiento alquímico en las catedrales. El libro fue publicado por la Fundación Pol François Lambert en 2001 y se tituló La Cathédrale de Séville et le Bestiaire Hermétique du portail de Saint Christophe et de L’immaculée Conception (La Catedral de Sevilla y el bestiario hermético de la puerta de San Cristóbal y de la Inmaculada Concepción), escrito junto a Bernard Roger y con introducción y noticia histórica de Eduardo Fernández Sánchez
Jorge Camacho era un gran observador de animales. En la finca de Almonte pasaba largas horas entregado al paciente arte de la observación ornitológica. Luego pintaba pájaros abstractos que comían sombra y que traían escondidas en las alas historias septentrionales que a él le gustaba descifrar.
Un día paseando por la Catedral de Sevilla descubrió extraños pájaros de piedra y comenzó a leer las claves simbólicas llevando bajo el brazo un ejemplar del libro de Fulcanelli, El misterio de las catedrales. Descubrió el bestiario alquímico que se ocultaba en el templo siguiendo los pasos de Fulcanelli y su lectura hermética de las catedrales medievales.
Fotografió leones y pelícanos, águilas desafiantes, quimeras inquietantes y animales fantásticos que parecían huir de los capiteles catedralicios. «Hay figuras y una asamblea de animales, salvajes o fantásticos, repartidos por los capiteles y entre las guirnaldas vegetales», anotó en el libro que, desgraciadamente, nunca se publicó en castellano.
Paseaba bajo la Puerta de la Concepción o Puerta Colorada recordando el plano de la antigua mezquita que yace bajo el templo, identificando el patio de las abluciones y dónde se encontraba el mihrab. Observaba cómo se superponía las épocas. Y en el palimpsesto halló el rincón donde se reunía la llamada Congregación de la Granada, probable secta de alumbrados, cuyos fantasmas creyó ver reunidos bajo los naranjos.
Recordó entonces la tumba hallada por el arquitecto Fernández Casanova encargado de restaurar la Catedral en el siglo XIX cuando ultimaba los trabajos de la Puerta de San Cristóbal. Allí estaba la losa funeraria de Salomon ben Abraham, enterrado junto a su libro de medicina, según escribió Rodrigo Caro rescatando la historia de aquella escuela de astrónomos y cabalistas judíos establecida junto al templo. En la lápida había una bella estrella de Salomón que a él le recordó –no sabía por qué– la estrella que André Breton le dijo que él tenía en la frente. Una estrella surrealista que aún alumbraba su memoria.

Publicado en EL MUNDO de Andalucía el 09 dea bril de 2011 

jueves, 17 de marzo de 2011

EL AÑO DE LA MUERTE DE JOSÉ SARAMAGO

EVA DÍAZ PÉREZ
«AQUÍ ACABA el mar y empieza la tierra», comienza El año de la muerte de Ricardo Reis. Memoria de Saramago en Lisboa. Gran fiesta de la vida en Lanzarote. Recuerdos desde Andalucía. Un violonchelo y brindis con vino del Alentejo y malvasía de Lanzarote. Será este viernes a la caída de la tarde cuando se celebre en la casa de Saramago una hermosa ceremonia de despedida porque hace justo nueve meses que murió y ése es el tiempo en que se tarda en desaparecer. También es lo que se tarda en nacer. Así lo escribió en El año de la muerte de Ricardo Reis y es como si hubiera anunciado esta liturgia que tendría lugar meses después de su muerte.
Seguirá vagando este Saramago-no muerto por la casa de Lanzarote, acariciando los lomos de los libros queridos, observando los árboles del jardín, deleitándose con un sorbo de vino del Alentejo o de malvasía, escuchando el violonchelo con el que se abrirá al público su casa y la biblioteca.
Un lugar que ya podríamos reconocer, porque es el escenario del documental Jose y Pilar, de Manuel Gonçalves. Una casa que es como una extensión del mundo leído que reconocemos en sus novelas. El despacho en el que imaginó las parábolas del Ensayo sobre la ceguera,pero también el ventanal en Lisboa donde pensó por primera vez en la Blimunda de Memorial del convento.
Una vez que se ha leído uno de sus libros, Saramago acompaña siempre. Nunca será un difunto ni un olvidado. Recorre las estancias de la casa de Lanzarote. Pilar del Río lo sabe. Saramago nunca terminará de irse, sigue agazapado en los libros que escribió, sorprendiéndonos con su lucidez, salvando con memorables páginas de alta literatura. ¿Y si en esta descreída España se cumpliera el argumento de su Ensayo sobre la lucidez y todo el mundo votara en blanco en las próximas elecciones?
El mundo íntimo de Saramago aguarda en «A Casa», el taller del escritor, un recorrido por las circunvoluciones de su cerebro, un laberinto sosegado de su memoria con pasillos, estancias y aposentos. «Sabio es el que se contenta con el espectáculo del mundo», dice Ricardo Reis en las frases que anteceden a la novela de Saramago. Reis, el heterónimo de Pessoa, se encuentra con un Pessoa difunto. Y ahora, vagando por esta casa de Lanzarote, aparece también Saramago desde el otro lado para contarnos su historia. Porque se ha cumplido el argumento de Las intermitencias de la muerte y la desnarigada ha dejado de cumplir con sus ritos dejando la guadaña oxidada de tiempo y espera. «Aquí, donde el mar se acabó y la tierra espera».

Publicado en EL MUNDO de Andalucía el 17 de marzo de 2011

domingo, 13 de marzo de 2011

LA SEVILLA DE CANSINOS-ASSENS

Reportaje que hemos publicado José María Rondón y yo en EL MUNDO sobre los lugares de la infancia sevillana del autor de "La novela de un literato"

Bastaría imaginárselo, gigantesco y muy gastado, con su alborotada cabeza encanecida avanzando por un pasillo repleto de libros, atesorando idiomas que le servían para huir de una realidad sádica o dándole vueltas a versos mientras adecentaba una traducción de uno de los clásicos para ganarse la vida. Y, así, entre versos que iba copiando con mano temblona y trabajos literarios mal pagados, seguro que se colaría por la ventana un recuerdo que traía colgado el sol suave de la infancia.

TEXTO COMPLETO:

viernes, 7 de enero de 2011

LA LEY DEL TABACO

HUMO DE ÉPOCA
EVA DÍAZ PÉREZ
LA NIEBLA del tabaco ha pasado a ser un atrezo de época, un elemento vintage de modas pasadas, un detalle de cronotopo que servirá en la literatura y el cine como evocación de escenas antiguas. Y en el teatro aparecerán acotaciones para recrear atmósferas de época: Los personajes entran por el fondo del escenario fumando como se hacía antaño...

El año cero sin humo acaba de inaugurar una nueva época, una frontera higiénica, blanca y aséptica que huye y se espanta de las estancias del pasado, con paredes ahumadas y habitantes con dedos amarillos y nicotínicos. Ah, esos personajes de novelas y cine histórico que son ya los fumadores.

Puede que esta nueva ley los condene, denuncie y lance a patadas a las calles, la soledad y el frío de los balcones. No hay duda de que la mayoría se lo merece por haber impuesto su niebla nociva durante tanto tiempo. Pero puede que esta persecución también los convierta en atractivos personajes novelescos, esos fracasados empeñados en las causas perdidas que tan sugerentes son para los argumentos literarios.

Vagan en esta niebla condenada las escenas que forman ya parte del pasado: Humphrey Bogart con gabardina envuelto en una nube de tabaco negro; una femme fatale con larga boquilla y boca ahumada; las cigarreras de Carmen y Rodrigo de Xerez, que viajó con Colón en la nave capitana y fue el primer europeo en fumar.

No sería mala lectura para estos días la rapsodia irónica y humorística que Cabrera Infante escribió en Puro Humo. Aunque los últimos fumadores pueden repasar un curioso ensayo paródico, Anatomía del tabaco, de Arthur Machen, lleno de apócrifas erudiciones que servirán de tónico salvífico. El protagonista vive en el Londres de 1883 con una dieta de pan seco, té verde y tabaco y muestra que hay «maravillas, secretos, misterios, rarezas y goces incluso en una onza de tabaco de liar» y hasta escuelas filosóficas surgidas en torno a la pipa.

Cada tipo de tabaco marcó una época: fumar un cavendish daba distinción, los egipcios eran los preferidos de la corte austrohúngara, el rapé sevillano –de color amarillo oro– se espolvoreaba en los encajes y el humazo de los cuarterones y los cigarros de picadura llenaron las estancias sórdidas de la posguerra. Atrás quedan las tertulias con cenicero, las habilidades para el tabaco de liar, las curiosas cazoletas de las pipas aristocráticas, las petacas y hasta los coleccionistas de vitolas de puro. Un mundo que desaparece: humo, colillas, ceniza, nada.

Publicado en EL MUNDO de Andalucía el 6 de enero de 2011