En la película número 158 del Catálogo Lumière está atrapada Sevilla desde hace más de un siglo. El letrero dice: Espagne: courses de taureaux I. Sevilla, 25 de abril de 1897. La ciudad sigue divagando en ese álbum en movimiento, en fotogramas prehistóricos captados por un ojo mecánico. El cameraman ha colocado el trípode en un punto y el objetivo se va tragando los divertimentos de una ciudad de fantasmagoría. Hay muchachillos que se ocupan en dar pases de pecho a vaquillas, entrenan el artificio de la verónica y hasta creen que el bicho es un morlaco corniveleto, zahíno y alto de agujas, como será el toro que les dará la inmortalidad o la muerte definitiva, una tarde no muy lejana.
¿Quién estaba al otro lado de esa cámara Lumière? Es todo un misterio, aunque hay varias hipótesis. Al menos hay tres personajes que retrataron por primera vez para el cine la imagen de Sevilla: Francis Doublier, Alexander Promio o Jean Busseret. ¿Quién llegaría con el invento revolucionario esa primavera de 1897 a una Sevilla sorprendida de luz?
No hace mucho que el Salón Suizo de la calle Sierpes (números 27-29, para quien esté interesado en la arqueología cinematográfica) acogió la primera proyección en Sevilla de este mágico artilugio. Fue el 16 de septiembre de 1896: «Cinematógrafo Lumière. Todos los días, de dos a siete de la tarde y de ocho a doce de la noche, sesiones cada media hora». Cómo salían aquellos sevillanos de leontina y corbata plastrón después de ver El regador regado, Los obreros saliendo de una fábrica y, sobre todo, la llegada del tren correo que parecía precipitarse sobre los asustados espectadores. Andar por la calle Sierpes después de contemplar durante un rato aquellas imágenes alucinadas en movimiento provocaba caídas y un temblor de tobillos como si caminaran por adoquines inciertos.
Pero nadie había atrapado aún esa cierta idea de Sevilla, aunque existe otro dato curioso en este misterio sobre el primer cameraman que grabó Sevilla. Hay noticia sobre alguien que se anticipó a los enviados de los hermanos Lumière. Se trata del operador Henry William Short, que trabajaba para la empresa inglesa de Robert W. Paul. Parece que en el verano de 1896 filmó diversos escenas sevillanas que tituló de forma similar a como lo haría más tarde el misterioso cameraman de los Lumière: Danza andaluza, Procesión, Salida de misa y Toreros (o Una corrida de toros en Sevilla).
A pesar de este precursor, fueron los Lumière quienes crearon una auténtica factoría de operadores a los que entrenaban desde Lyon, ciudad natal de los inventores. Luego, deambulaban como trotamundos cargados con el artilugio que conseguía atrapar en una pequeña inmortalidad, en la fragilidad del tiempo sin tiempo que es el cine. Estos operadores pioneros eran en realidad como esa figura del flâneur o el paseante que presentó Baudelaire y luego Walter Benjamin, un personaje que callejea intentado atrapar el alma de una ciudad.
Pero sigamos el rastro del camarógrafo desconocido. Según la prensa de la época, habría sido Francis Doublier quien retrató Sevilla en las famosas Vistas Españolas de los Lumière. Pero cuidado. Esta afirmación se basa en una segunda visita: la que se produjo en la primavera del año siguiente, la de 1898, el año del desastre, ese trágico año en el que desembarcaron los barcos cargados de derrota y vómito negro desde la ya lejana Cuba. Sonaba una triste melancolía de guajiras en un puerto sevillano con atroces relatos de muertos.
El caso es que Francis Doublier fue el que llegó a Sevilla, pero en la segunda visita. ¿Quién vino entonces la primera vez? Echemos otro vistazo al Catálogo Lumière en busca de pistas. La película 145 se llama Danses espagnoles: el vito. Y las siguientes son como un espejo de España, como si Sevilla de nuevo sirviera como fondo escenográfico de España. Están filmadas unas muchachas candorosas y dulces que bailan el vito, la jota, las boleras robadas, el bolero de medio paso, las manchegas. En realidad, el secreto cameraman de los Lumière estaba ensayando un álbum de España a partir –como casi siempre– de Sevilla y casi se adelantó a Aníbal González y sus azulejos de las provincias en la Plaza de España que acogió la inauguración de la Exposición Iberoamericana de 1929.
Pero aún falta mucho para este acontecimiento. Estamos aún en 1897 y ya está descartado Francis Doublier, que llegó un año más tarde. Lo más lógico es que fuera Alexander Promio, porque es el que realiza la mayor parte de estas Vistas Españolas. Sin embargo, se descubre algo al leer el riguroso estudio de Jean Claude Seguin sobre el rastro de Promio por España. Rápidamente queda descartado del viaje sevillano por una razón: el 1 de abril se encuentra rodando una reunión del Touring-club de France, y luego el 25 y el 26 estaba en un concierto. Más noticias: según el Le Journal de Chartres del 20 de mayo, está en Chartres. Es evidente que Promio no podía estar en esas mismas fechas en Sevilla.
¿Es entonces Jean Busseret el responsable de estas Vistas Sevillanas, de estas primeras escenas fílmicas que parecen un calco de los cuadros costumbristas, de toda la iconografía con la que cargaban estos flâneurs cinematográficos? Hay un testimonio revelador. El de la nieta de Busseret, quien asegura –según el estudio de Seguin– que su abuelo estuvo por esas fechas en Portugal y en Sevilla.
El misterioso cameraman que filmó Sevilla en las películas sensibles –de inmortalidad– de los Lumière bien podría ser Busseret, el mismo que presentó el cinematógrafo a la familia real española en una sesión en la que estaban presente la reina regente María Cristina y sus tres hijos: Isabel, María Teresa y Alfonso, el futuro Alfonso XIII. Es curioso, pero en los ojos del niño hay un extraño brillo al ver el nuevo invento. Y es que pasarán los años y el cine será para este rey algo traidor un juguete de sus fantasías eróticas, ya que encargaba curiosas películas sicalípticas. Y todo por culpa del misterioso cameraman que atrapó Sevilla en un fotograma.
EVA DÍAZ PÉREZ Publicado en EL MUNDO de Andalucía el 5 de noviembre de 2005
1 comentario:
Has visto? Berlín, sinfonía de una ciudad de Ruttmann.
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